lunes, 13 de enero de 2014

México lindo y querido

   A propósito de la perplejidad en la crónica de una visita anunciada.

En el diario miamense de mayor circulación, en sus páginas de opinión, apareció ayer domingo un artículo titulado "Una corbata roja para Peña Nieto".   En el escrito Miguel Cossío, que es director de noticias  de un canal de televisión local, la emprende contra el presidente de México porque tiene prevista una visita a Cuba, porque condonó el 70% de una deuda que tiene Cuba con México y porque ha manifestado su interés en reunirse con Fidel Castro.
Cossío expone el poco peso económico del intercambio bilateral entre estos dos países, y no se explica las razones ni la justificación de esta visita de Peña Nieto al enclave de la familia Castro Ruz. Termina con la conclusión simplista y confusa de que la visita es producto del "... folclor latinoamericano que consiste en conocer a los Castro..."

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Por cierto, el presidente mexicano acaba de aprobar una histórica reforma que abre el coto cerrado que ha sido PEMEX, el consorcio petrolero estatal, a la inversión y gestión privada. Una medida que amplía enormemente los horizontes financieros de esa importantísima industria y al mismo tiempo insuperable en capacidad para soliviantar  a la izquierda nacionalista y retrógrada del país. 
El sector populista que persigue conquistar el poder políticamente,  para enquistarse en él y desarticular las instituciones o someterlas al mando único de una camarilla encabezada por un caudillo es un elemento común en los países de la América Nuestra. Se nutre de la pobreza injustificada y los millones de marginados generados por la enorme desigualdad en la distribución de la riqueza en la región. Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador tienen ya de hecho dinastías constituidas en las que la división de poderes es una escenografía barata de estudio de televisión y la libertad de prensa se encuentra sometida a leyes restrictivas y autocensura inducida. En todos  ellos, en principio  se ha conquistado el poder en elecciones libres.
Precisamente en los próximos meses habrá elecciones en Costa Rica y El Salvador. En ambos países hay candidatos que representan a esos sectores que aspiran a volcar el tablero de la democracia. Son los que desde la oposición operan para entorpecer la gestión de los gobiernos. Por un quítame allá esas pajas, paralizan puertos, bloquean las calles, organizan huelgas generales y estimulan las crisis para engrosar las filas de los descontentos.
Lo que observadores  como Cossío no suelen reconocer es que esa izquierda impetuosa latinoamericana,   que busca acceder al poder aprovechándose de los instrumentos de la democracia,  tiene su icono, su fuente originaria  en la Cuba que en 1959 se lo arrebató con violencia a una dictadura militar. Una relación "de buenas maneras" con la Habana provee de una especie de salvoconducto para que no se desborde la inestabilidad provocada por los "zurdos caníbales". Por el contrario, el distanciamiento o la condena de cualquier arbitrariedad del gobierno de Cuba por un mandatario de la región garantiza una ofensiva diplomática y propagandística de gran efecto en el sector más agresivo que busca inestabilizar el país en cuestión.
Lo que persigue Peña Nieto y sus homólogos en una foto con Fidel y Raúl no es folclore. Es una especie de vacuna contra la sistematicidad de la mayor de las Antillas en potenciar a sus adversarios locales.

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