VI-7 LETRAS
De la nueva edición del diccionario de la RAE y el "despelote" del idioma español.
Los defensores del idioma como un instrumento vivo y en constante renovación han prevalecido. La apertura ha sido harto generosa para legalizar palabras indocumentadas, en la revisión hecha por las Academias de la Lengua. En función, sobre todo, de la modernidad y en detrimento de la pureza del castellano.
Si el amplio uso va a ser el único requisito para dar aprobación a términos, en muchos casos resultado de la degeneración en el habla popular e inculta, el caos se va a entronizar en el idioma que fue hasta ahora el mejor custodiado de las lenguas vivas de la humanidad.
El ejemplo más representativo es la incorporación del barbarismo "murciégalo", aunque "vagamundo" y "almóndiga" no se quedan detrás. Solo falta que oficialicen el asere cubano o el mae tico. El populismo no solo en el sentido vulgarizador del idioma, también en el político, como el caso de "okupar" degeneración derivada del movimientos de los "okupas" que en la España en plena crisis, ocupaban plazas, vías públicas y propiedades privadas.
Darle carta de ciudadanía a localismos bien circunscritos a un país o una región es otra puerta abierta a la confusión linguística. Resulta paradójico que la que "limpia, fija y da esplendor" se convierta en la torre de Babel de nuestro idioma. Así las cosas, entró en el diccionario "gayumbos", un coloquial para los calzoncillos en España. Igual derecho tendrían entonces los "matapasiones" cubanos.
¿Para qué hablar de las tarjetas de residencia concedidas por la RAE a infinidad de anglicismos? Desde bluyín (de blue jean) hasta órsay (del offside de fútbol).
Para usar uno de los flamantes términos recientemente incorporados, digamos que, de acuerdo con el signo de estos tiempos, a la Real Academia de la Lengua ha llegado el "despelote".*
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*La patente de corso para los vulgarismos , en mucho casos, ha sido colocarle al lado los adjetivos: coloq. o vulg. (coloquial o vulgar)